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Ana María Montané

actriz

…si nosotros decíamos lo que decíamos era por lo que veíamos y porque nadie se atrevía a hablar. Nosotros sacamos la voz cuando la gente no se atrevía a hablar.

¿Cuándo y cómo empezaste a hacer teatro callejero?

Mira, yo estudiaba con Fernando Cuadra, y allí tenía un compañero, Humberto Correa, con quien un día salí a la calle, allí nos encontramos con Juan Manuel Sánchez junto a Ángela Contreras, trabajando también. Entonces nos unimos. Los cuatro empezamos a trabajar en la calle. Juan Manuel, que es el creador del Teatro de la Calle, creó la compañía el 13 de enero de 1981. Y juntos empezamos a trabajar en abril o mayo; ahí nosotros nos dimos cuenta de que actuando nos llevábamos muy bien, y al final nos quedamos trabajando juntos.

¿Y qué te llamó la atención del teatro callejero? ¿Por qué esa elección en ese momento?

Bueno, porque en ese minuto había tanta cosa que decir. ¿Me entiendes? La palabra estaba negada para mucha gente. Muchas personas no se atrevían a hablar, había mucho temor de hablar. Y nosotros como hacíamos humor, tomábamos las situaciones cotidianas, todo lo que pasaba, pero decíamos las cosas con humor. Entonces la crítica social que hacíamos era este humor. Nos reíamos de todo el mundo, de todo lo que pasaba, pero como era con ingenio no fue tan chocante para la gente. A las personas les gustaba escuchar lo que muchos no se atrevían a decir. Y de a poco nosotros fuimos incursionando en temas más profundos, entró más gente a la compañía. O sea, el pilar fundamental de nosotros era el humor y el rescate de la palabra.

¿Ustedes tenían una metodología particular para trabajar?

Improvisábamos mucho, pero el que generalmente creaba la obra era Juan Manuel o el “Mameluco”, como le decían. Él creaba las obras y en base a esa idea se improvisaba. 

En ese sentido, ¿Qué referentes tenían cuando creaban?

Bueno, en realidad nos basábamos en las situaciones cotidianas, pero veíamos teatro obviamente. Yo estudiaba teatro, pero Juan Manuel había trabajado con Ana González, teníamos un bagaje cultural gracias a haber visto teatro de otras compañías. Entonces estaba la inquietud por mostrar cosas. Además, nos gustaba actuar, a mí siempre me ha gustado actuar, entonces era bonito que la gente te escuchara, que la gente se detuviera, que se detuviera en la calle y lograr retener la atención de ese público. Piensa que es un público que va de paso en la calle, la gente va transitando. Entonces también había mucho temor, porque se acumulaban muchas personas, se producía una multitud, llamaba la atención. Por lo tanto, debíamos tener precaución de los carabineros, para que no nos llevaran presos. 

Había muchas cosas que debíamos tener en mente para ponernos a actuar. Por ejemplo, estaban los ambulantes, entonces actuábamos con la bulla del ambiente, de la gente, de las micros, de todo y, debíamos tener la capacidad para retener ese público para que se parara a ver una obra de quince minutos, que era más o menos lo que duraban los cuadros. Nosotros hacíamos obras por cuadro, eran distintos cuadros y con mucho humor.

¿En qué calles trabajaban?

Realmente trabajábamos en Huérfanos con Estado y en Huérfanos con San Antonio, donde estaba la librería Pax. Había dos locales, uno estaba en Huérfanos al llegar a San Antonio, donde estaba la galería El Ángel. Y la otra librería Pax, estaba al lado de Ripley hacia Ahumada, por la vereda norte. Ellos nos protegían mucho a nosotros, nos querían harto. Ahí había un periodista, Juanito, que era socio de la librería Pax con Don René. Nosotros ahí nos cambiábamos de ropa cuando usábamos vestuario, y guardábamos nuestras cosas. 

En una oportunidad me llevaron presa con un piso que era de la librería Pax, yo caí presa con el piso y me acuerdo de que mi personaje era el de un angelito, una angelita con una malla y con ballerina. Yo era jovencita, tenía veintitantos años. El cuadro se llamaba Dios en el paraíso y la Angelita era la revolucionaria. Se trataba de que este paraíso no servía para nada, cuando le preguntaba a la gente “¿será este el paraíso?”, no faltaba el que me decía «si está hueona usted».

Bueno, y en esa oportunidad yo caí presa con el piso y Juanito me llevó la ropa a la comisaría, caí en la Primera Comisaría. Después tuve que presentar un escrito al juez y pagar multa para poder recuperar ese piso, porque era antiguo y era de la PAX.

En resumen, trabajábamos en Huérfanos, generalmente en Huérfanos y a veces en Matías Cousiño o en Tenderini.

Además del cuadro que recién mencionaste ¿Cuál otro recuerdas?

Uno que se llamaba Hay que puzle, era una obra de distintos cuadros, y el cuadro que más repetíamos era el Pedro con la Maruja. Pedro era un empleado que se sabía todas las “papitas” de esta vieja pituca, la Maruja. Este cuadro era el caballito de batalla, siempre lo hacíamos. 

Está también El rey ha muerto, que era una sátira a un rey que en el fondo era Pinochet, donde había un primer ministro que era el Cáceres y habían dos empleadas más. Dentro de este cuadro, las empleadas tiraban tallas muy pesadas, muy pesadas. Y cuando lo hacían decían: «Estamos locas, estamos locas». Era una especie de manicomio. Al final se descubre que todos estaban locos, que estaban jugando a ser rey, primer ministro y empleadas. Entonces nosotros nos permitíamos tirar las tallas más pesadas de la época y reírnos del Pinocho, de los ministros, de todo el mundo.

También hacíamos una obra de unos niños que jugaban, donde había uno malo – siempre había un malo-, este representaba la represión.

También hicimos Alicia en el País de las Maravillas. Alicia con los distintos personajes; estaba Don Gato, estaba el conejo, todos, pero siempre aludiendo al tema político.

Por otro lado, cabe señalar que durante una época nos separamos, y con Carlos Cáceres, Sandra Cepeda, Alejandro Trejo y yo formamos el TECAI (Teatro Callejero Itinerante). Ahí hicimos Caperucita Roja, allí el lobito era el poeta y el bonachón, el cazador, era el malo. El cazador lo hacía Trejo y trabajaba con dos títeres, y un títere le decía una cosa, el otro títere le decía otra cosa. Era un trabajo muy bueno. Se hicieron trabajos muy buenos.

Luego nos volvimos a unir con Juan Manuel.

¿En qué año formaron el TECAI?

Creo que el año 1987, antes del plebiscito, porque para el plebiscito hicimos un trabajo sobre el tema, donde mandábamos a Pinochet a la punta del cerro.

Recuerdo que durante esa época me di cuenta de que había un No retundo. Había un animador y habían distintos personajes que iban pasando en esta obra y le preguntábamos a uno que era indeciso, y él decía: «no sé, en realidad estoy indeciso». “Mire”, le decía – yo hacía de animadora-, “le vamos a preguntar al público y usted se pliega a la mayoría” y cuando preguntábamos, la respuesta era un No rotundo, retumbaba en todo Huérfanos. Yo decía: «bueno, usted ya escuchó, tiene que votar que Sí, porque Televisión Nacional de Chile no tergiversa las informaciones, señores”. Y ahí aparecía un abuelito, que era Pinocho y decía: “queridos conciudadanos, yo me quiero seguir sacrificando por todos ustedes”, y todos los actores nos poníamos atrás y decíamos: “loco, no te sacrifiques más”. Eso era en plena dictadura. ¿Sabes? La gente gozaba con estas obras.

Recuerdo que una vez… no sé si tu recuerdas cuando le dispararon a una niña en el Teatro Municipal y que el paco dijo que disparaba al aire, sin embargo, a ella le llegó un balazo en la cabeza. Bueno, nosotros también utilizábamos esto dentro de la obra, con los cabros decíamos: “¡cuidado!, que va a disparar al aire y vamos a morir todos”. 

Metíamos toda la contingencia, la disfrazábamos y la metíamos dentro de la obra. 

En ese sentido, ¿esto significó algún tipo de persecución para usted?

Bueno, nos llevaban presos. Si nosotros íbamos a las protestas, los pacos nos ubicaban de inmediato. Bueno, hubo un compañero al que le pegaron en exceso y nunca más volvió a la calle. A mí nunca me pegaron porque yo era “chora”, era muy peleadora y, además era muy amiga de Don Alejandro Hales, Jaime Hales y el Pato Hales, entonces cuando yo caía presa, don Alejandro siempre me ayudaba y él llamaba a la Primera Comisaría para que me soltaran. Porque él era amigo del mayor que había en la Primera Comisaría. Claro, de alguna forma se puede decir que yo tenía como “santos en la corte”, porque tenía contactos, los mencionados o los del Colegio de Profesores, porque teníamos una compañera que pertenecía al Colegio, y también el abogado, el Sepúlveda que nos iba a rescatar. Pero pagábamos la multa, a veces salíamos y otras nos tenían hasta tarde. Yo encontraba que era terrible tener que pagarles multas, pero teníamos que pagar la multa para salir. Yo nunca les tuve miedo. 

¿De dónde sacaban esa fuerza o resistencia para hacer un teatro de protesta, pero en forma de comedia, un teatro de resistencia?

De la juventud, y porque además teníamos un enemigo. Todos teníamos un enemigo. Entonces eran esas ganas de que esto se acabara pronto. Había tanta gente que sufría. Yo no tengo ningún familiar detenido desaparecido, pero sí una compañera de nosotros, la Maruja Guajardo, tenía un primo hermano que era detenido desaparecido, que nunca apareció. Entonces una veía tanto sufrimiento. Y cuando nosotros íbamos a las ollas comunes, a las peñas; porque después que hacíamos callejeros nos íbamos a recorrer las peñas, los solidarios. Trabajábamos con muchas organizaciones, por así decirlo, “clandestinas”. Y afortunadamente nunca nos pasó nada. Creo que a Juan Manuel en una oportunidad lo llevaron preso de una peña, pero fue antes de que estuviéramos juntos, entonces él tenía mucho miedo y les tenía mucho miedo a los pacos. 

Si bien ya has respondido de alguna forma esta pregunta, quisiera profundizar en cómo ustedes entendían lo político en el teatro.

De todas formas, había un trasfondo político de la mayoría de las compañías. La mayoría. Bueno, el teatro siempre ha sido más bien izquierdoso en general, porque el teatro siempre hace crítica. Siempre había una crítica social en la mayoría de las obras.

En nosotros lo político siempre estuvo presente, esto sin ser militantes, al menos yo no era militante. Pese a ello, siempre fue importante para nosotros la política, la crítica social de lo que pasaba. O sea, si nosotros decíamos lo que decíamos era por lo que veíamos y porque nadie se atrevía a hablar. Nosotros sacamos la voz cuando la gente no se atrevía a hablar, la gente andaba hablando despacito, porque no sabías cuando alguien te podría traicionar.

Nos puedes hablar un poco más de la estética de los cuadros que realizaban.

Bueno, había otras compañías que utilizaban más parafernalia y escenografía que nosotros. Como era el caso del TEUCO. Pero nosotros no, actuábamos tal cual como yo ando ahora. Yo me paraba en la calle y partíamos como teatro invisible, y desde allí empezaba a llamar a los personajes. Lográbamos juntar así a la gente. Ya después nos ubicaban, entonces se detenían solos. 

Más tarde, empezamos a utilizar vestuario y alguna que otra utilería, pero era bien precaria porque no podíamos en la calle, no podíamos, imagínate con vestuario los pacos te pillaban al tiro. En cambio, si arrancabas y con ropa te podías camuflar entre medio del público. Cuando ocupábamos vestuario ya era más complicado porque teníamos que andar con bolsito. Era más complejo.

¿Cuándo comenzó a transitar la compañía a trabajar con vestuario?

Esto sucedió porque vimos que había que llamar un poco más la atención, que teníamos que mostrar más cosas, ya que habían más compañías en la calle, estaba el TEUCO que utilizaba muchos vestuarios, zancos, etc., estaba el Teatro Feria, quienes ocupaban muy poco vestuario. Pero en general, se buscaba ser lo más minimalista posible, para arrancar, en el caso de que tuviésemos que hacerlo, no puedes andar con tantas cosas. Por lo tanto, el vestuario que usábamos nos lo poníamos encima de nuestra ropa, eran túnicas o un delantal, cosas sencillas, nada tan complejo. En alguna oportunidad usábamos una peluca, por ejemplo, cuando hacíamos Mephisto Made in Chile, el Mephisto era el diablo, que era el rey, el que manda, el que domina, y siempre fue como Pinochet, como el que estaba dominando a toda esta gente, que lo sabía todo, que no se mueve una hoja sin que lo sepa, etc.

Claro, ustedes hicieron un teatro más enfocado a la palabra.

Claro, nosotros lo que buscábamos era rescatar la palabra en la calle, porque la gente tenía mucho miedo, pero con nosotros se soltaban y se reían. Era un minuto de distracción para la gente. Por ejemplo, yo siempre trabajé en algo de forma paralela al teatro, y una vez llegué a trabajar a una importadora, y allí la secretaria me dijo que me conocía por el teatro callejero, que ella se había separado y que toda la pena la pasó con nosotros.