Andrés (Pavez) decía que le gustaba hacer teatro callejero para la gente que no tenía plata para ir al teatro, porque era muy caro, ¡más caro que ahora!, en cambio sí podías verlo en la calle.
14 de diciembre de 2021
Resulta que cuando terminé el colegio mis profesores querían que fuera profesora de castellano o de historia, porque siempre tuve las mejores notas en esas asignaturas. Pero estábamos en dictadura y todas las escuelas de arte estaban cerradas y yo decía: “si no estudio teatro, yo no voy a estudiar otra cosa”. Siempre fui media rebelde y en ese tiempo, en el palacio Lyon en Valparaíso empezaron a impartir unos cursos de teatro, la María Angélica Arcos fue una de mis maestras allí. Esto no tenía que ver con el Ministerio de Educación, tú hacías el taller de teatro y te daban tu diploma y todo, pero no tenía ninguna validez.
(…) Luego empezaron unos años bien duros y ahí conocí a la Judith Mauri que era historiadora, por ella conocí a Bertolt Brecht, a autores que estaban prohibidos, porque no podías comprar libros, no podías escuchar determinada música, por ejemplo. Y durante esa época comencé a realizar teatro y me encantó. Yo salía a la calle con unos compañeros que tenía, a hacer cosas como de pantomima, tipo Chaplin, que se llamaba Regalando Sonrisas y empezamos a hacer las primeras cosas así, cuando nadie hacía. Esto en Valparaíso y Viña del Mar.
(…) Más tarde me vine a Santiago, vivimos en Mac Iver con la Alameda con mi ex marido y mi hija. Luego nos mudamos a San Joaquín a una casa, y ahí me cambió toda la perspectiva política, social; empecé a hacer unos talleres de teatro, no conocía a nadie. Eso hasta que comencé a trabajar con mujeres en unas ONG y aprendí harto, me empecé a involucrar con algunas células del partido comunista, ollas comunes, y de repente en la Radio Umbral una amiga me dice: “sabes, yo tengo un amigo que hace teatro callejero y están llamando mujeres actrices en el Cultural Mapocho” que estaba ahí en el costado del Santa Lucía
¿Esto sucedió en el año…?
En 1988, aproximadamente. En esa época el Centro Cultural Mapocho era como “under” y yo decía: “pucha, van a ir puras actrices que han estudiado y todo… pero voy a ir igual”. Entonces fui, me acompañó un amigo que tenía…. ¡Ah! Pero antes de eso, recuerdo que cuando vivía en Santiago Centro, un día salí en la noche a dar vueltas y me encuentro en toda la esquina del Paseo Ahumada con Plaza de Armas un tipo alto con un vozarrón diciendo: “Teatro, vamos a ver teatro”, si bien era algo típico de en ese entonces, recuerdo que lo vi y me encantó él (Andrés Pavez), me encantó él como imagen y lo que hacía, cómo jugaba con la gente, cómo hablaba cosas contingentes sin miedo. Andrés hacía en ese tiempo un sketch que se llamaba Los empleados, que era según el discurso que daba antes, un arreglo de una obra de Jean Genet que se llamaba Las Sirvientas y decía: “nosotros lo destrozamos y lo trajimos a la calle” y era la historia del patrón y el empleado, que después lo hizo conmigo (…)
Y, retomo, me encuentro en el Centro Cultural Mapocho, con él, ¡Andrés hacía el llamado! Este era un proyecto que lo pagaban de afuera, una ONG.
Recuerdo que el lugar estaba lleno de mujeres. Había unas estupendas, altas, rubias de ojos azules, verdes, con las medias pintas. Y en ese tiempo, cuando llegué a vivir a Santiago no soportaba el calor y me empecé a pelar, y yo dije: “¿qué hago para llamar la atención?”, y me saqué los zapatos. Entonces te ponían en un grupo y te decía que hicieras tal cosa, y luego otro grupo, así. En una de esas, Andrés me saca con otra chica y dice: “este es el último boleto del metro, peléense”; entonces yo esperé que ella hablara y respondió: “véndeme a mí el boleto, es que tengo que ir a trabajar”, y yo no le daba tiempo a ella porque le contraargumentaba de inmediato, y de pronto Andrés dice “listo, basta”, con eso le bastó. Luego nos pidió que habláramos de nosotras, entonces unas decían: “Yo soy de la academia, no sé, de Fernando González?, y chuta y me toca a mí, y yo me paro y digo: “Yo nací en Lota, pero mi mamá me dice que no diga que nací en Lota porque Lota es pobre, entonces siempre me dice – hija, tú te criaste en Viña- pero yo nací en Lota…”, y me miré las manos, porque yo soy histriónica para hablar, y continué: “ah, y aprendí a hacer cosas con mis manos, en el colegio siempre fui mala para las artes manuales pero ahora hago arpilleras y las mando para Suecia y las vendo, y eso a mí me tiene muy contenta y no sé qué más decirles”…y me voy, pero después me devolví y digo “¡Ah, nunca he estudiado teatro!”. Luego el Andrés dice, “ya muchas gracias, ya seleccionamos diez”, entonces yo le digo al Pancho, mi amigo, “voy a preguntarles por qué no me dejaron, porque así, si después quiero hacer otra audición, quiero saber qué hice mal” Entonces, voy, y ya el Andrés se iba y dice “¿Dónde está la pelá?, me falta la pelada”, desde ese momento no nos separamos más.
La obra era de cinco mujeres. Mira, la idea central de la obra era que fuéramos a hacer callejero al sur del país a las poblaciones más marginadas, bueno también hicimos en el centro de Concepción y todo. La pieza se llamaba La que fue a convencer y salió convencida de Isidora Aguirre, esto fue el año 1988.
Y así fue como empecé a hacer teatro con Andrés. Después de la obra me quedé con él, Andrés me decía que le gustaba hacer teatro callejero conmigo, y yo también empecé a aportar, a cambiarle un poco el texto de Los Empleados. En la calle hablábamos cosas que nadie se atrevía a hablar, desde condones a política, contingencia.
El Andrés me enseñó a que después de actuar había que pedir dinero, él decía: “No, yo actúo por limosnas, porque yo quiero que vean la obra de teatro. O el teatro o lo que vamos a hacer y después nos den plata”, porque el discurso era que tú pagabas la entrada cuando te ibas y eso hacía la diferencia. Andrés decía que le gustaba hacer teatro callejero para la gente que no tenía plata para ir al teatro, porque era muy caro, ¡más caro que ahora!, en cambio sí podías verlo en la calle. Y si te gustaba, pagabas, y Andrés decía: “ahora, sí le gustó y no tiene plata, usted puede aplaudir, pero bien fuerte”.
Me acuerdo de que pasaron muchas veces de la televisión, en el contexto de los reportajes de lugares para ir a visitar, y Andrés no dejaba que nos grabaran porque decía que nos tenían que pagar porque ellos sí tenían plata.
¿Crees que se puede hacer una lectura política del teatro que realizaste junto a Andrés durante la dictadura?
¡Claro!, sí era político el Andrés, era muy político y era el luchador de las causas justas, y las decía, por eso también tenía problemas. El Andrés no era de regirse por las instituciones.
Además, siempre fue mal mirado por los “pacos”, una porque era homosexual y otra, porque era “comunista”. Tú sabes que te tildan de comunista inmediatamente por hablar en contra de la dictadura. Pero ¿qué daño hace alguien haciendo reír a la gente?, es que también es una cuestión del contexto político en el que estábamos, que la gente no se podía divertir, se le mantenía encerrada, callada, sin noticias, sin saber.
¿Estuviste detenida alguna vez?
No en una comisaría, en una micro de carabineros, pero nunca me pegaron. Amenazas sí hubo, y no sé qué es peor, porque no sabes lo que viene después. Yo me aterraba, porque yo no estaba acostumbrada a eso, y el Andrés todo lo contrario; yo siempre me sentí protegida por él.
¿La forma de convocar a la gente siempre fue desde la improvisación en la calle o además ustedes hacían panfletos?
No, no, la pura improvisación. Mira, una vez, yo tengo un recuerdo super bonito de cuando hicimos La que fue a convencer y salió convencida, Andrés nos hizo llevar los andamios para que hiciéramos una pasada, y dijo “yo voy a ir a buscar a la gente”, y a la media hora me asomo y digo “yo voy a ver al Andrés”, y lo voy a ver y venía como el flautista de Hamelin silbando con su pito y con toda la gente que lo venía siguiendo atrás.
Andrés llamaba a la gente gritando: “teatro”, “vamos a ver teatro”, “vengan mientras, instálense, la entrada la pueden pagar después, la pueden pagar con dólares, no sé”. Luego, cuando empezaba, decía “Buenas tardes, somos la compañía de Teatro De Feria de Santiago y estamos aquí para que se diviertan un rato, nosotros somos sobrevivientes de la batalla de Augusto, entonces si en algún momento llegan los pacos, salimos todos arrancando, no se arriesgue”, y hacía la presentación, casi siempre hacíamos el teatro circular. Para que la gente participara, era muy entretenido y el Andrés era muy chistoso, muy chistoso. Agresivo a veces, a veces no se contenía mucho y si había una noticia que hubiese pasado de que mataron a alguien, que encontraron a un detenido desaparecido, él lo decía, éramos como el diario también.
¿Ustedes tenían un esquema de trabajo, había algo escrito? ¿cómo armaban las improvisaciones?
Sin texto, esa fue mi experiencia. Ponte tú Marta y Mamerto, era un texto, y Andrés me decía “mira este es el texto, léelo” y taca tacatá, ¡ya!… “Marta, martita sonó el despertador mi amor, despierta” y el pito, el pito era indispensable en la caracterización del Andrés, se caracterizaba por tener un silbato “prrr”, con él daba los tiempos, era como nuestra utilería. Entonces el texto se leía una sola vez y después improvisación. Así se trabajaba con Andrés, yo aprendí mucho.